Lo Simbólico, Lo Imaginario y L'Oréal
La realidad como ese «algo» que perturba el régimen del principio del placer
¿Cómo defines lo real?
Si estás hablando de lo que uno puede sentir, oler,
saborear y ver, entonces lo real son simplemente
señales eléctricas interpretadas por tu cerebro.
Si… otra vez yo regresando a la Matrix, pero es difícil no hacerlo en este distópico y retrogrado 2024.
Han pasado 25 años desde el estreno de la primera película de Matrix, que ha sido un referente junto con otras obras de su época, como Dark City, que abordan el desplazamiento de la realidad que algunas obras de Hollywood exploran.
Esta crítica obedece a mi deseo de dar a conocer una de las obras que estoy re-leyendo últimamente de Slavoj Žižek, donde describe cómo la creación de mundos simulados se vuelve cada vez más frecuente, cuestionando nuestra noción de realidad, y considerando la realidad virtual como una representación cultural que crea o refuerza un imaginario social específico.
¿Cuál es la realidad?
¿Cómo se representan nuestros mundos en la ficción?
LO REAL
En La República, Platón introduce su alegoría de la caverna, una metáfora que busca explicar la situación del ser humano en relación al conocimiento.
¿Cómo somos capaces de percibir la existencia de dos mundos:
el mundo sensible, accesible a nuestros sentidos, y el mundo inteligible, donde los sentidos no intervienen? Un grupo de prisioneros, desde su nacimiento, son forzados a mirar la pared al fondo de una caverna, donde se proyectan sombras de diferentes objetos gracias a la luz de una hoguera.
Para estos prisioneros, esa proyección representa el mundo real. Si uno lograra escapar y viera la luz de la hoguera, contemplaría una nueva realidad, una realidad más profunda y completa, casi el fundamento de la primera, compuesta solo por experiencias sensoriales. Al aventurarse fuera de la cueva, primero podría ver los reflejos y las sombras de las cosas y las personas, para luego verlas directamente. Al contemplar el sol, la luna y las estrellas, el prisionero percibiría el mundo exterior como un mundo superior y decidiría ayudar al resto de sus compañeros a ascender hacia el mundo real. Sin embargo, al regresar y acostumbrarse a la luz exterior, su visión se vería afectada.
Los demás prisioneros creerían que el viaje lo ha dañado y se negarían a acompañarlo, incluso llegando a matar a quien se atreva a liberarlos. Para Žižek, la diferencia fundamental entre esta metáfora y Matrix radica en que, cuando alguien escapa de la cueva y llega a la superficie, ya no encuentra una superficie brillante iluminada por los rayos del sol, el bien supremo, sino un desolado desierto de lo real. La idea del héroe que habita en un universo artificial, manipulado y controlado, no es la idea más original de la historia.
Lo que Matrix hace bien es radicalizar el tema al introducir la realidad virtual. La clave radica en la relación ambigua entre la realidad virtual y la destrucción de los símbolos o íconos de la cultura.
Por un lado, la realidad virtual constituye la reducción radical de la experiencia sensorial en toda su riqueza a una mínima serie digital de ceros y unos. Por otro lado, el mismo artefacto digital genera una experiencia simulada de realidad que se confunde con la auténtica. Esto pone en debate el concepto mismo de la realidad auténtica, y la realidad virtual se convierte, al mismo tiempo, en la reafirmación más radical del poder de seducción de las imágenes.
Esta es la fantasía paranoica del individuo que comienza a sospechar que el mundo idílico y consumista en el que vive es un simulacro, un espectáculo organizado para hacerle creer que vive en el mundo real, mientras que todos los que lo rodean son extras de ese mismo gigantesco espectáculo.
Por eso, Matrix es el gran otro lacaniano.
Siendo Matrix el orden simbólico virtual, es una representación de la sociedad del capitalismo tardío, materialista, utilitarista y desespiritualizada. Siendo Matrix la sustancia social del capital de la Escuela de Frankfurt, comenzando por la lógica lacaniana, en Matrix el mega ordenador puede ser visto como el Gran Otro, aquel que controla y manipula las consecuencias de los actos humanos. Los hombres y las mujeres se encuentran alienados, fuera de sí mismos, dentro de este Gran Otro.
Sin embargo, la alienación es seguida por el proceso de separación del Gran Otro. La forma de lograr esa liberación es a través de la paranoia, entendida como el fenómeno en el cual los seres humanos comienzan a creer en la existencia de un Gran Otro, del Otro. Empiezan a pensar que existe un Otro puramente virtual, oculto detrás de otro que se nos presenta explícitamente en el entramado social. Ese Otro oculto se encarga de programar los efectos de la vida social que nos parecen imprevisibles, garantizando su estabilidad a través de la fantasía para llenar su carencia de sustancia.
A partir de la separación del sujeto de la realidad virtual, pueden considerarse dos vertientes de la realidad. La primera es que todo lo que existe está generado por la Matrix, sin que exista una realidad última. Se trata de una serie de realidades virtuales.
La segunda vertiente consiste en pensar que el sujeto es capaz de alcanzar una realidad última, auténtica, más allá de la realidad cotidiana que depende de Matrix.
Ambas versiones son falsas, ya que lo real no es la verdadera realidad tras la simulación virtual, sino el vacío que hace que la realidad sea incompleta e incoherente.
En otras palabras, el Gran Otro no existe.
Entonces, ¿qué es y qué conforma lo real? El mega ordenador también funciona como una pantalla que nos separa de la realidad, ayudándonos a soportar el desierto de lo real. Pero lo real es también, y primordialmente, la pantalla misma que distorsiona nuestra percepción de la realidad exterior.
En la concepción hegeliana de la realidad, es el sujeto quien percibe una pantalla que genera una idea de lo que es en sí mismo el objeto, más allá de la apariencia. Por lo tanto, la distancia entre apariencia y la cosa en sí misma siempre es algo que nosotros mismos damos.
La apariencia es la cosa misma, lo real. Trasladándolo a Matrix, Matrix es lo real.
Sin embargo, hay incoherencias. La falsedad de Matrix es más evidente cuando se designa a Neo como el elegido. Él es el único sujeto. No hay nadie más como él. Pero su importancia no radica en lo que hace por los demás, sino en lo que su mera presencia significa para el resto de los liberados. Representa un vínculo de solidaridad social y dignidad humana que va más allá de la supervivencia. Es como si tuviéramos la dignidad enlatada, donde el otro, el elegido, retiene mi dignidad por mí, en mi lugar, o en la cual yo mantengo mi dignidad a través del otro. Esto significa que el elegido no estaba definido exclusivamente por sus cualidades reales, sino por el papel que representa en el espacio constituido por los demás.
En Matrix, el elegido es aquel capaz de ver que nuestra realidad cotidiana no es real, sino un universo virtual codificado. Y la virtualización de la realidad es esencial para la función de este elegido. Por lo tanto, es capaz de desconectarse de ella, manipularla y suspender sus reglas. Así que la imposibilidad de romper estas reglas se reduce a ser una deficiencia en la voluntad del sujeto.
Otra incoherencia se encuentra en cómo se trata el tema de la muerte.
¿Por qué alguien muere realmente en la realidad virtual regulada por Matrix? La película responde con una respuesta oscurantista: «¿Si te matan en la Matrix, mueres aquí?» El cuerpo no puede vivir sin la mente. La lógica detrás de esta solución es que tu cuerpo real solo puede mantenerse vivo en conjunto con la mente.
Esto nos lleva al ocasionalismo de Nicolás Malebranche, que intenta explicar cómo se coordina la sustancia material y la espiritual: cuerpo y alma. Las interconexiones corporales y las ideas de nuestra mente son independientes entre sí. Por lo tanto, debería existir una tercera sustancia que dé la ilusión de continuidad. Para Malebranche, esta tercera sustancia es Dios.
Si en lugar de Dios colocamos al Gran Otro, es decir, el orden simbólico, podremos percibir la similitud del ocasionalismo con la postura de Lacan. El sujeto no percibe esto, y se pierde el papel mediador del Gran Otro.
En nuestra inmersión en la realidad virtual, cuando levanto la mano para empujar un objeto dentro del espacio virtual, ese objeto se mueve. La ilusión que experimento es que fue el movimiento de mi mano lo que provocó el cambio de posición del objeto, cuando en realidad es un complejo mecanismo de coordinación informático lo que lo permite. La computadora se coloca en una posición equivalente a la de Dios en el ocasionalismo, al coordinar la relación entre la mente y lo que siento con el movimiento de mis extremidades. Podemos imaginar perfectamente un ordenador malo que se descontrola y comienza a interactuar como un dios malévolo, alterando la relación entre la mente y mi percepción del cuerpo como parte de mí.
La realidad virtual suspende o contradice la orden de mi mente de levantar la mano. Como consecuencia, se perturba la experiencia fundamental de mi cuerpo como algo propio.
La capacidad de transferir nuestra conciencia al ciberespacio finalmente nos liberará de nuestros cuerpos, pero también liberará a las máquinas de su dependencia de los seres humanos.
FANTASÍA FUNDAMENTAL
La última incoherencia se encuentra en las ambiguas condiciones de liberación que predica Neo en la última escena.
Él se dirige a las personas que aún están atrapadas en la Matrix como el salvador que les enseñará cómo liberarse de las represiones de Matrix. Les promete que podrán romper las leyes de la física, doblar metales y volar por el aire.
Sin embargo, estos milagros solo son posibles si siguen dentro de la Matrix, rompiendo o alterando las normas. Nuestra verdadera condición sigue siendo la de ser esclavos de Matrix, y solo obtenemos el poder adicional de alterar las normas de nuestra prisión mental.
¿Qué sucede con la opción de salir de la Matrix hacia la auténtica realidad, donde seríamos criaturas miserables viviendo en una tierra desolada? Para Theodor Adorno, de la Escuela de Frankfurt, estas incoherencias serían los momentos de verdad de la película.
Señalan los antagonismos dentro de nuestra experiencia social del capitalismo tardío. Estos antagonismos se refieren a dicotomías ontológicas básicas como la realidad y el dolor, siendo la realidad algo que perturba el régimen del principio del placer, y la libertad y el sistema, donde la libertad solo es posible dentro del sistema que, a su vez, es un obstáculo para su realización total.
Sin embargo, el verdadero impacto no reside en su tesis central de que lo que experimentamos como realidad es un mundo de realidad virtual generado por Matrix, sino en su imagen central.
La película plantea que millones de seres humanos llevan una vida claustrofóbica en cunas llenas de agua, siendo mantenidos vivos con la única finalidad de generar energía. Cuando alguno de ellos despierta, el despertar no implica un vasto espacio exterior de la realidad, sino la toma de conciencia de las circunstancias en las que han pasado toda su vida. Esto se relaciona con la idea de Lacan sobre la fantasía perversa de que somos instrumentos del goce del Otro, de que nuestra sustancia vital es absorbida por él.
La pregunta surge: ¿por qué Matrix necesita energía humana?
La solución puramente energética resulta absurda. Matrix podría haber encontrado otra forma de energía más confiable sin necesidad de la complicada trama de la realidad virtual coordinada. Podría haber simplificado la situación abstrayendo a cada individuo a su propio universo solipsista, y así terminar con el problema.
La única respuesta es que Matrix se alimenta del goce humano, de la jouissance, que va más allá del principio del placer.
Por lo tanto, lo que la película representa como un despertar a la realidad de nuestra situación es, en realidad, lo opuesto: la fantasía fundamental que sustenta nuestra existencia.
En el fragmento “Le Prix du Progrés” de «Dialéctica de la Ilustración», Adorno y Horkheimer citan el argumento del fisiólogo francés del siglo XIX, Pierre Flourens, en contra de la anestesia con cloroformo. Flourens asegura que no se puede probar que mientras nos están masacrando vivos en la mesa de operaciones, no estemos sufriendo un inmenso dolor sin atenuación, pero al despertar no lo recordamos. Esta es una metáfora perfecta del «si no» de la razón, basada en la representación de la naturaleza misma.
El cuerpo, como parte de la naturaleza dentro del sujeto, siente el dolor sin atenuantes, pero debido a la represión, el sujeto no lo recuerda. Sin saberlo, somos nuestras principales víctimas, masacrándonos vivos.
¿No es posible interpretar esto como una fantasía perfecta de interpasividad de la otra escena en la que pagamos el precio por nuestra intervención activa en el mundo? No hay un agente libre y activo sin este apoyo fantasmático, sin esta esencia alternativa en la que el Otro nos manipula por completo.
Žižek llega a la conclusión de que esta es la mejor manera de entender Matrix, como la yuxtaposición entre dos aspectos de la perversión. Por un lado, la reducción de la realidad a un mundo virtual regulado por reglas arbitrarias que se pueden suspender. Por otro lado, la verdad oculta de esta libertad, la reducción del sujeto a una pasividad absoluta e instrumentalizada.