La Filosofía del Tiempo: Estudiar la Naturaleza del Pasado, Presente y Futuro
El tiempo es difícil de entender y aún más difícil de explicar. ¿Alguna vez te has preguntado qué significa?
El tiempo es algo con lo que lidiamos todos los días. Usualmente lo caracterizamos como dividido entre pasado, presente y futuro. La progresión del tiempo se refleja en nuestra experiencia: el futuro se convierte en presente, y el presente se convierte en pasado. De hecho, es imposible hablar de movimiento y dinámica sin el concepto del tiempo y su progresión. Aunque nuestra percepción del tiempo es similar a la de espacio, el tiempo es un tema mucho más exigente desde el punto de vista filosófico.
La naturaleza del tiempo
¿Qué es el tiempo? Este fenómeno puede parecer misterioso. En efecto, el tiempo, por un lado, es omnipresente y, en cierto sentido, omnipotente (contrario al conocido dicho árabe: «Todo en el mundo teme al tiempo, pero el tiempo teme a las pirámides», es probable que también haya un fin para las pirámides).
Por otro lado, aunque todos lo entendemos de manera intuitiva, parece casi imposible dar una definición precisa y completa del concepto de tiempo.
Una manera de pensar en el tiempo es como «una forma universal de cambio». «Universal» en esta formulación significa que abarca todo, ya que cualquier cambio es realmente posible solo dentro del tiempo.
«Forma» en la definición significa que el tiempo se asemeja a una especie de recipiente transparente que puede llenarse con cualquier contenido. En otras palabras, los cambios pueden ser muy diversos, pero el paso del tiempo en el que ocurren parece invariablemente uniforme e inexorable.
Finalmente, al observar el concepto de «cambio», llegamos al otro lado de la moneda. Parece que, así como el cambio es inconcebible sin el tiempo, el tiempo también es inconcebible sin el cambio. De hecho, la imaginaria detención del tiempo se asocia con la completa congelación de la vida y del universo.
Por lo tanto, el tiempo es el común denominador del mundo; se podría decir, la principal moneda de la realidad. Lo experimentamos de diferentes maneras: a veces, consideramos el pasado como algo perdido y lo lamentamos; otras veces vemos hacia atrás con orgullo de lo que hemos logrado en un corto tiempo relativo, tratamos de usar el presente sabiamente para que nuestro futuro sea mejor; y en ocasiones, esperamos con ansias lo que está por venir, y otras veces no tanto.
Las primeras menciones del tiempo en la filosofía
Uno de los primeros filósofos que comenzó a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo fue Platón. En su tratado Timeo, caracteriza el tiempo como «una imagen en movimiento de la eternidad». Para Platón, el tiempo es una característica de un mundo dinámico imperfecto, donde no hay el bien sino solo el deseo de poseerlo. El tiempo revela así un momento de incompletud e inferioridad. La eternidad, en cambio, es una característica del mundo estático y perfecto de los dioses.
Aristóteles desarrolló aún más esta comprensión del tiempo, definiéndolo como una «medida del movimiento». Esta interpretación quedó consagrada en su Física, y sentó las bases para la comprensión del tiempo en las ciencias naturales. Plantea la cuestión de la evidencia de la existencia del tiempo y reproduce aquí un enfoque dialéctico: el pasado ya no existe, el futuro aún no existe, y el presente es el momento de la unidad del ser y del no-ser.
Este enfoque dialéctico llevó a Aristóteles a estudiar la conexión entre el tiempo y el movimiento. El pensador mostró que el tiempo, aunque no es idéntico al movimiento, es, sin embargo, inseparable del movimiento. Aristóteles define el tiempo como «el número de movimientos en relación con el pasado y el futuro», y como una «medida del movimiento y del reposo».
Más tarde, a comienzos de la Edad Media, Agustín desarrolló el concepto de tiempo subjetivo. Describió el tiempo como un fenómeno mental de percepciones cambiantes. Agustín distingue tres partes del tiempo: presente, pasado y futuro.
Newton vs. Einstein
En los últimos cien años aproximadamente, ha tenido lugar una verdadera revolución en la comprensión científica del tiempo. De hecho, hasta principios del siglo XX, la física y la conciencia cotidiana estaban dominadas por el postulado de tiempo matemático absoluto de Isaac Newton.
Según este postulado, el tiempo fluye a la misma velocidad en todo el universo y no depende en absoluto de los procesos físicos ni de ningún otro tipo de procesos que ocurran en él.
Por ejemplo, si son las seis de la tarde en la vieja Inglaterra y es la hora de tomar té, esto significa que en algún lugar de la nebulosa de Andrómeda, a miles de años luz de distancia, ¡también son las seis de la tarde! Esta comprensión del tiempo encaja bien con nuestra experiencia cotidiana; es intuitiva.
Es por eso que la teoría especial de la relatividad, desarrollada en 1905 por Albert Einstein, fue un verdadero shock para el mundo científico. Su presentación va más allá del alcance de este ensayo, por lo que enfatizaré solo algunos puntos clave.
En primer lugar, según esta teoría, el tiempo no existe de manera aislada, sino que forma un todo único con el espacio (de ahí las expresiones «espacio-tiempo» y «continuo espacio-tiempo»).
En segundo lugar, el tiempo, al igual que otras magnitudes físicas, es relativo, por lo que la velocidad de su flujo depende del punto de referencia. Es decir, en un objeto que se mueve (por ejemplo, en una nave espacial), el reloj avanzará más lentamente que en uno estacionario. Sin embargo, estos efectos relativistas, así llamados, se manifiestan de manera significativa solo a velocidades cercanas a la velocidad de la luz en el vacío (alrededor de 300 mil kilómetros por segundo), que se considera el límite en la teoría de la relatividad.
De ahí surge, por ejemplo, la conocida paradoja de los gemelos: cuando uno de los hermanos gemelos viaja al espacio en una nave y pasa un par de años allí, viajando a velocidades cercanas a la de la luz, al regresar a casa, puede ver que ya han pasado décadas enteras en la Tierra.
Pero el cuestionamiento de las teorías de Newton por parte de Einstein no se detuvo ahí. La ley de gravitación universal de Newton asume una tasa infinita de propagación de la fuerza gravitacional. Sin embargo, basándonos en el postulado sobre el límite de la velocidad de la luz, que ya hemos mencionado, esto es imposible. Debido a esto, Einstein tuvo que desarrollar su propia teoría de la gravedad, que se convirtió en la teoría general de la relatividad.
En lo que respecta al tiempo, sus conclusiones son quizás aún más impresionantes que las de la teoría especial. El tiempo, resulta, está inextricablemente vinculado no solo con el espacio, sino también con la materia. En particular, la fuerza gravitacional de los cuerpos físicos es capaz de ralentizar el tiempo, y si la gravedad es lo suficientemente fuerte, ¡incluso puede... detenerlo! Este último fenómeno es característico de los llamados «agujeros negros» —objetos cósmicos que representan la última fase de la evolución de estrellas masivas.
Teoría del Tiempo de Immanuel Kant
En el mundo de la filosofía, Immanuel Kant fue una figura clave cuando se trata de nuestra comprensión del tiempo. Él creía que el tiempo no era algo que existiera por sí solo, sino que era una característica de la mente. Piensa en esto de esta manera: tu cerebro no solo refleja el mundo que te rodea de manera perfectamente precisa; en cambio, organiza todo en diferentes categorías para que puedas entender lo que estás viendo. Y una de esas categorías es el tiempo. Así que, para Kant, el tiempo no es algo concreto que simplemente está ahí; en cambio, lo veía como una «forma vacía», lo cual puede sonar raro e intuicionalmente contradictorio al principio.
Pero déjame explicar: en algún lugar de tu cerebro, un mecanismo de «medición del tiempo» nos ayuda a ver las cosas como si sucedieran dentro de una línea de tiempo específica. Sin este mecanismo, podríamos no ser capaces de dar sentido a los eventos de la misma manera; todo sucedería como si fuera al mismo tiempo.
Pero quizás te estés preguntando: «Está bien, Kant pensaba que creamos el tiempo con nuestras mentes—¿por qué es importante eso?» Bueno, aquí hay otra cosa en la que él creía: cuando pensamos en el tiempo (y en el espacio también), no estamos simplemente observando pasivamente el mundo que nos rodea—estamos interactuando activamente con él a través de nuestros pensamientos y experiencias.
Para ponerlo de otra manera, imagina que estás en un concierto. La música suena en el escenario, y experimentas cada canción como si sucediera una después de otra. Pero supongamos que tu mejor amigo también estaba en el concierto, pero sentado en una sección diferente de la tuya. En ese caso, él tendría una experiencia totalmente diferente porque escucharía y vería todo de manera distinta debido a su perspectiva única. Es algo así como Kant ve el tiempo también—cada persona experimenta las cosas de manera ligeramente diferente según cómo su mente procesa la información.
Así que, mientras Newton podría haber abordado el tiempo más como una ley universal objetiva de la naturaleza, Kant lo veía más como algo que estaba constantemente siendo moldeado por nuestros propios pensamientos y acciones.
Pasado, Presente, Futuro: Las Dimensiones del Tiempo
Comencemos con el pasado. Para algunos filósofos (como Hegel), el pasado es algo que ya ha sucedido y no puede ser cambiado. Es como un libro que ya ha sido escrito—no puedes volver atrás y borrar o reescribir lo que ocurrió en él.
Otros (como Nietzsche) veían las cosas de manera un poco diferente; creían que el pasado no está grabado en piedra; en cambio, cómo lo recordamos cambia dependiendo de nuestra situación y perspectiva actual.
El presente es donde las cosas se complican: algunos filósofos modernos no piensan que el tiempo realmente exista en absoluto. En su lugar, creen que todo está sucediendo al mismo tiempo (algo así como ver una película fotograma a fotograma), pero nuestros cerebros procesan todo como si fuera un tiempo continuo.
Luego, otros ven el presente como un momento importante para tomar decisiones que darán forma a nuestro futuro.
El futuro es como mirar en una bola de cristal; aunque nadie sabe qué sucederá a continuación, cada acción tomada tanto en la vida real como en la ficción allana el camino hacia un mañana desconocido.
Algunos filósofos (como Heidegger) pensaban que el futuro era algo que podríamos «alcanzar y agarrar» al tomar decisiones en el presente—como alcanzar algo hoy que nos ayudará mañana. Otros creen en una visión más fatalista, donde el futuro está predestinado, y nosotros solo estamos a la deriva.
Entonces, ¿Cuál es el Concepto de Tiempo en la Filosofía?
En filosofía, el tiempo ha sido explorado desde todos los ángulos: pasado, presente, futuro, y todo lo que hay en medio. Pero a través de todas estas diferentes corrientes de pensamiento, hay algunas cosas clave que podemos afirmar con certeza sobre lo que es (y no es) el tiempo.
En primer lugar, la mayoría de los filósofos coinciden en que el tiempo no es una especie de fuerza universal. No es como la gravedad o la electricidad; no se puede medir de la misma manera que se mide la distancia o la velocidad. El tiempo no existe de forma independiente; en cambio, es más como una herramienta que usamos para darle sentido al mundo que nos rodea.
Algunos filósofos piensan que el tiempo podría ser una ilusión en su totalidad—algo así como cómo un espejismo en el desierto parece real aunque en realidad no esté allí. En lugar de eso, creen que todo está ocurriendo siempre al mismo tiempo, aunque así no sea como lo percibimos.
Otros filósofos ven el tiempo como una parte esencial de la experiencia humana—algo que moldea nuestras memorias y nos conecta.
Piénsalo: sin ideas compartidas sobre lo que significa el tiempo (como «día» o «año»), ¿cómo nos organizaríamos como sociedad? ¿Cómo sabríamos cuándo empezar la escuela o el trabajo, fuera de las estaciones o los ciclos lunares? Así que, de esta manera, el tiempo es tanto una construcción personal como social.